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Nuestro Director Espiritual

Saluda de nuestro Director Espiritual y Vicario de la Diócesis de Ceuta.

 

Bienvenido a esta página Web de la Hermandad de la Vera Cruz de Ceuta. Esta página quiere ser como una ventana a través de la cual contemplar la imagen bendita de la Santa Cruz donde estuvo clavada la Salvación del mundo y fomentar así la devoción y el amor a Cristo crucificado, entregado por amor.



 

D. Juan José Mateos Castro

La Cruz es el signo más claro y evidente del amor de Dios, el espejo donde podemos ver reflejado el amor de Dios, Padre, Hijo y Espíritu; por su criatura el hombre. Dios nos lo ha dado todo con su Hijo y en la Cruz queda patente que no se ha reservado nada. Dios no solo nos da sus dones, sino que se da Él mismo, en Jesús nos ha entregado lo que más quería: su Hijo único, engendrado antes de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero.

 

En Cristo Crucificado sabemos que tipo de amor es el de Dios, y hasta dónde llega este amor. Es el Hijo el que muere en la Cruz, pero en la Cruz del Señor está involucrada la Trinidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu. Son las tres personas divinas las que deciden rescatar a la humanidad de los males en los que ha caído por el pecado.

 

El hombre, imagen de Dios, quedó desfigurado por el pecado en el árbol del paraíso, el hombre quiso ser como Dios; por eso la imagen tenía que ser restaurada en el árbol de la Cruz.

 

¡Señor, en la Cruz me buscaste, me hallaste, me curaste, me libraste y me amaste, dando tu vida y derramando tu sangre por mí!


 

Aunque en Dios no hay sufrimiento, después de la entrega de Cristo en la cruz, el sufrimiento humano ha entrado en el seno de la Trinidad. Ahora, en la carne sufriente de Jesús, asumida en el vientre puro de María y glorificada junto al Padre, está también presente el sufrimiento humano redimido por la muerte de Cristo. Nada de lo humano le es ajeno a nuestro Dios, porque Cristo, el Hijo eterno, ha asumido nuestra naturaleza humana para redimirla y elevarla hasta Dios Si pasas por la prueba del dolor, cógete a la mano de Dios, como hizo Jesús en el momento supremo de la entrega, y experimentarás la fuerza de su amor.

 

La Cruz de Cristo es signo de amor. Todo en Ella es amor y expresa amor como bellamente señala San Juan de Ávila en esta oración:

 

“Señor, no solamente la cruz, sino la misma figura que en ella tienes, nos llama dulcemente a amor; la cabeza tienes inclinada, para oírnos y darnos besos de paz, con la cual convidas a los culpables, siendo tú el ofendido; los brazos extendidos, para abrazarnos; las manos agujereadas, para darnos tus bienes; el costado abierto, para recibirnos en tus entrañas; los pies clavados, para esperarnos y para nunca poderte separar de nosotros. De manera que mirándote, Señor, todo me invita a amar: el madero, la figura, el misterio, las heridas de tu cuerpo; y, sobre todo, el amor interior me da voces que te ame y nunca te olvide mi corazón”

 

Y junto a la Cruz del Señor está la Madre, la consoladora presencia de María que conforta a Jesús en el momento final. Desde el árbol de la Cruz Cristo nos da a su Madre como Madre nuestra y desde entonces María, la Madre celestial, acompaña a los creyentes, al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús (Ap 12,17).

 

Salve, Reina de los cielos y Señora de los Ángeles; salve, raíz; salve, puerta que dio paso a nuestra Luz.

Madre del Desamparo ruega a Cristo por nosotros.

Amén.

El Santo Padre, con el prelado de la Diócesis de Cádiz,

el vicario de nuestra ciudad y el vicario de Pastoral

 

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